jueves, 26 de mayo de 2011

20:02

No quiero estar enamorado de nadie más que no sea de él, me decías mientras caminábamos por las calles de Palermo. Cada cuadra parecía interminable, no por la cantidad de metros, sino porque nosotros estábamos pesados, lentos y el tiempo físico no transcurría más, aunque el biológico iba a pasos agigantados. Cargábamos con una mochila invisible de mil toneladas y no teníamos la valentía suficiente como para quitárnosla. Cada cuadra que atravesábamos envejecíamos un poco más.
Cuando llegamos a destino ya teníamos la cara curtida y la piel casi transparente, se nos notaban las venas y nos llenamos de lunares. Te miraba y estabas tan viejo que casi no podía reconocerte. Y yo también. Me miraste y te pusiste a llorar. Tus lágrimas eran color azul y con tu cara roja por el frío, se veían violetas.
El desamor no existe, te dije casi sin pensarlo, por inercia. Existe el amor y el sufrir por amor. Si no amaramos no sufriríamos, y como el amor esta en todas partes, el sufrimiento también. Te vas a volver a enamorar, aunque ahora digas que no.
Que alguien te deje es como una muerte simbólica. Cuando alguien muere uno siempre dice que no se va a olvidar de la persona, que siempre la va a tener presente, pero lo cierto es que con el paso del tiempo nos olvidamos del olor, de su tono de voz y hasta su cara nos resulta difusa. Si vemos una fotografía o tenemos su risa registrada en algún vídeo, es como volver a reconstruirlo y no porque lo recordemos, sino porque lo tenemos inmortalizado en alguno de esos medios. Cuando alguien se va se convierte en una silueta que si no la rellenamos no es más que una sombra proyectada en alguna parte de nuestro imaginario.
Las personas no son indispensables, el amor si.
Te vas a volver a enamorar, porque aunque no estés con nadie vos vivís enamorado.

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