martes, 24 de mayo de 2011

1:24

Estábamos hablando por teléfono y una gota cayo por mi mejilla. Mire hacia arriba para ver si había una gotera, pero me di cuenta de que afuera no estaba lloviendo. Pensé que por ahí había sido yo, que de estar tan triste ya no podía control a mis ojos para pedirles que no lloren. Pero nada.
Mi amor?
No me contestabas, todo se quedó en silencio. Me di cuenta de que hacia 20 minutos que estaba halando sola, contándote lo que había hecho en el día y otras banalidades.
De repente en el techo de mi habitación se formaron un montón de goteras y rápidamente el agua me llegó hasta los tobillos. Cuando me quise dar cuenta la cama estaba flotando.
No entendía porque llovía a cantaros en mi cuarto y afuera había un sol radiante. Había algo que no estaba comprendiendo y que no me encontraba en condiciones de descifrar.
Debía dejarme llevar por la marea o intentar sobrevivir de algún modo? Me estaba desesperando. Por un momento pensé en usar algún mueble como balsa e intentar salir a la superficie, pero cuando me di cuenta de que eras vos la que estabas llorando, decidí entregarme a la corriente y sumergirme en el mar que habían formado tus lagrimas. Si dejo de respirar es porque me ahogue en vos, así que no me importaba.
El agua nunca más se fue, pero yo tampoco deje de respirar. Me quede ahí para siempre, pero tengo la esperanza de que vengas a buscarme. Ya se me están formando algunas escamas y me estoy volviendo tan ágil como cualquier animal acuático.
Mi amor estas llorando? insistí.
Me pareció escuchar algo pero no logre comprender que, es que abajo del agua se percibe distinto y todavía no estoy acostumbrada.
Te voy a esperar. Le dije como pude, aunque era consciente de que por ahí no podría entender mi nuevo idioma. Veni a buscarme, que no quiero humedecerme como las maderas de los muebles de esta habitación.

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