mis presentimientos no me dejan dormir.
es que hasta ahora nunca me fallaron,
entonces tengo que respetarlos.
no dormir para no estar desprotegido,
tener los ojos bien abiertos si es que el monstruo
se acerca y pretende comerme las piernas.
eludir al monstruo, eludir al monstruo,
que es mi propia cabeza.
mi cabeza monstruo que se come mi cerebro,
mi cuerpo, el tuyo y el de mi gato.
somos una familia de tres, siempre dice mi mamá,
se olvida de que no soy bastarda de padre.
el gato, vos y yo.
una vez más el numero tres,
una vez más esta cosa mística que me transmitieron
y que no tuve oportunidad de desechar.
mi mamá es una concheta moderna, profesora de meditación
y capaz de leer las cartas del tarot.
mi papá nada de eso, pero mi abuela cura el mal de ojo,
es bruja.
y entonces claro que voy a ver sombras indescriptibles
en mi habitación, destellos provenientes de la nada
y va a haber pozos ciegos en el patio de mi casa,
los cuales conducen al centro de la tierra.
si sale un intraterrestre no me voy a sorprender.
pero basta, basta ya con el misticismo.
yo soy real, vos sos real y quiero creer (te).
mi gato acaba de tirarme otro rayo fucsia por los ojos
y volvió a fallar.
no se puede creer en nada dijo la chica que limpia en casa
mientras lavaba los platos con un pucho en la boca.
y si, yo no creo en nada,
solamente en vos.
lunes, 8 de agosto de 2011
domingo, 7 de agosto de 2011
02:20
Ayer fui a la casa de mi abuela y Lucky, el perro que le regalamos hace diez años porque mi mamá no lo quería (seguro porque era vagabundo), tenía puesta una media en la pata. No sabía si reírme o preguntar que estaba pasando, dados los antecedentes del perro, por lo que opté por observarlo un ratito y sacar mis propias conclusiones. No parecía caminar con dificultad, por lo que descarte alguna herida ósea, no era algo estético, sino tendría una media en cada pata, ni tampoco estaba ahí porque si, de hecho estaba atada con una cinta roja. Estaba desconcertada. No sólo por el detalle de la media, que vale aclarar, no era cualquier media sino que una azul con un dibujo de Pikachu, sino también porque el perro tiene la cola por la mitad (por sus problemas psicológicos tiende a autodestruírse y se la comió) y porque siempre esta con la boca abierta y se pueden observar sus dos únicos dientes. No encontraba respuesta y tampoco sé si quería saberla. Me gustaba más la idea de pensar en un perro que se come a él mismo y que luego se regenera. Sin embargo, sin decir palabra alguna mi abuela sacó el tema sola.
- Que perro loco.
La mire, mire al perro y su media y asentí con la cabeza.
- Yo no se porque todos los perros que me dieron ustedes siempre tuvieron patologías extrañas.
No quería indagar demasiado porque me agarró la culpa de haberle encajado a una persona mayor tal criatura, que escondida bajo un manto de dulzura y ojos brillantes, termino siendo un perro entre zombie y caníbal, el cual requirió mucha más atención de la pensada.
- Y ni hablemos de Perlita.
Tuve que hacer un esfuerzo para recordar quien era Perlita.
- Al final que se muriera fue lo mejor que le pudo haber pasado.
De manera casi inconsciente mire el mueble del living de la casa de mi abuela, que es como una especie de altar con las fotos de todos los difuntos, inclusive los perros, y la vi a Perlita. Estaba en un portaretrato, que parecía destacarse del resto, radiante, tan llena de vida, y por un momento me emocioné, la recordé. Hasta que sin llamarla, la culpa me volvió.
- La pobre Perlita tenía cataratas en los ojos, no tenía dientes y le faltaban las piernas traseras. Eso no era vida.
No supe que decir. Claramente que eso no era vida.
- y Lola? es la única perra en el mundo que no se deja tocar. Que le tiene miedo a su propia sombra y que no quiere sentarse para no rozarse con su cuerpo.
Yo ya no sabía si era parte de un cuento de Silvina Ocampo o la casa de mi abuela y todo su entorno siempre había sido muy extraño y nunca lo había notado. De todas formas, no hay que dejar de lado que estos tres perros se los dimos nosotros porque por algún motivo mi madre los expulsó, y mi abuela, como buena fan de los canes y de la naturaleza los cobijó sin importar su condición. Entonces no se si la cosa rara venía por parte de ella o los perros se iban de mi casa con algún desequilibrio mental y terminaron como terminaron.
Igual no me quería distraer del foco de atención, así que mire a Lucky una vez más para ver si entendía su situación, pero no.
- Abuela, por qué Lucky tiene puesta una media?
- Porque se comió la pata y estaba en hueso.
Mire a Lucky y me dio mucho asco. Me fui a mi casa, abrí la puerta y abrace a mi gato con todas mis fuerzas. Le perdoné todos los papel higiénico que destrozó y que se haya comido mis apuntes de la facultad y agradecí que todavía conservara todas las partes de su cuerpo.
- Que bueno que sos independiente y que no absorbes los problemas de esta casa.
Lo volví a abrazar pero se alejó. Me miro a lo lejos y me tiró un rayo fucsia por los ojos. No me lo pegó.
- Te prefiero radiactivo antes que autodestructivo.
Lo alce en brazos y nos fuimos a dormir juntos.
- Que perro loco.
La mire, mire al perro y su media y asentí con la cabeza.
- Yo no se porque todos los perros que me dieron ustedes siempre tuvieron patologías extrañas.
No quería indagar demasiado porque me agarró la culpa de haberle encajado a una persona mayor tal criatura, que escondida bajo un manto de dulzura y ojos brillantes, termino siendo un perro entre zombie y caníbal, el cual requirió mucha más atención de la pensada.
- Y ni hablemos de Perlita.
Tuve que hacer un esfuerzo para recordar quien era Perlita.
- Al final que se muriera fue lo mejor que le pudo haber pasado.
De manera casi inconsciente mire el mueble del living de la casa de mi abuela, que es como una especie de altar con las fotos de todos los difuntos, inclusive los perros, y la vi a Perlita. Estaba en un portaretrato, que parecía destacarse del resto, radiante, tan llena de vida, y por un momento me emocioné, la recordé. Hasta que sin llamarla, la culpa me volvió.
- La pobre Perlita tenía cataratas en los ojos, no tenía dientes y le faltaban las piernas traseras. Eso no era vida.
No supe que decir. Claramente que eso no era vida.
- y Lola? es la única perra en el mundo que no se deja tocar. Que le tiene miedo a su propia sombra y que no quiere sentarse para no rozarse con su cuerpo.
Yo ya no sabía si era parte de un cuento de Silvina Ocampo o la casa de mi abuela y todo su entorno siempre había sido muy extraño y nunca lo había notado. De todas formas, no hay que dejar de lado que estos tres perros se los dimos nosotros porque por algún motivo mi madre los expulsó, y mi abuela, como buena fan de los canes y de la naturaleza los cobijó sin importar su condición. Entonces no se si la cosa rara venía por parte de ella o los perros se iban de mi casa con algún desequilibrio mental y terminaron como terminaron.
Igual no me quería distraer del foco de atención, así que mire a Lucky una vez más para ver si entendía su situación, pero no.
- Abuela, por qué Lucky tiene puesta una media?
- Porque se comió la pata y estaba en hueso.
Mire a Lucky y me dio mucho asco. Me fui a mi casa, abrí la puerta y abrace a mi gato con todas mis fuerzas. Le perdoné todos los papel higiénico que destrozó y que se haya comido mis apuntes de la facultad y agradecí que todavía conservara todas las partes de su cuerpo.
- Que bueno que sos independiente y que no absorbes los problemas de esta casa.
Lo volví a abrazar pero se alejó. Me miro a lo lejos y me tiró un rayo fucsia por los ojos. No me lo pegó.
- Te prefiero radiactivo antes que autodestructivo.
Lo alce en brazos y nos fuimos a dormir juntos.
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